14 de septiembre de 2012

Requiem de Verdi - II

Como anunciamos días anteriores, queremos ampliar y dar a conocer aún más el Requiem...

Composición:

1. Requiem y Kyrie (cuarteto solista, coro)
2. Dies Irae
           - Dies Irae (coro)
           - Tuba Mirum (bajo y coros)
           - Mors stupebit (bajo y coros)
           - Liber scriptus (mezzosoprano, coro)
           - Quid sum miser (soprano, mezzosoprano, tenor)
           - Rex tremendae (solistas, coro)
           - Recordare (soprano, mezzosoprano)
           - Ingemisco (tenor)
           - Confutatis (bajo, coros)
           - Lacrymosa (solistas, coro)
3. Domine Jesu
4. Sanctus (doble coro)
5. Agnus Dei (soprano, mezzosoprano, coro)
6. . Lux aeterna (mezzosoprano, tenor, bajo)
7. Libera (soprano, coro)


A finales de 1872, durante una visita a Milán, Verdi tuvo un encuentro con su venerado y gran amigo Alessandro Manzoni, escritor, poeta y dramaturgo italiano, en el que éste le confesó su enfermedad y que veía pronta su muerte: “Déjeme estrecharle la mano más fuerte que de costumbre, pues mucho me temo que no volvamos a vernos”, le dijo.


Es posible que el compositor, ante esta confesión del dramaturgo y su avanzada edad, pues Manzoni contaba por entonces ochenta y ocho años, tomara conciencia de la inminente desaparición de su amigo y comenzara ya a pensar en un póstumo homenaje al insigne escritor, de fervientes ideas nacionalistas, tan admirado por el pueblo italiano.



La premonición de Manzoni se vería pronto confirmada, falleciendo el 22 de mayo de 1873, tan solo unos cuantos meses después del mencionado encuentro. Verdi confesaría al alcalde de Milán su intención de realizar una gran Misa de Requiem, en recuerdo del escritor, conmemorando el primer aniversario de su muerte. La propuesta de Verdi fue aceptada, de forma entusiasta, por el máximo representante político de la ciudad, lo que dio vía libra al enardecido espíritu creativo del compositor, que durante los meses siguientes se dedicaría, en exclusiva, a la realización de la obra.



Gran parte de la Misa de Requiem la realizó en París, pues, en el mes de junio de ese mismo año, se trasladó al hotel de Baden en el que se recluyó durante los tres meses siguientes. Al volver a Italia la mayor parte de la obra ya estaba terminada, dedicando el tiempo posterior a perfilar toda la inmensa instrumentación, labor que desarrollaría en la ciudad de Génova. Hay en la Misa de Requiem, no obstante, un extenso fragmento compuesto con anterioridad a la muerte del poeta. Se trata del Libera me, número con el que se cierra tan imponente monumento a la música sacra y que Verdi había elaborado, en 1869, con ocasión de un homenaje colectivo de varios compositores al gran maestro de Pesaro, Gioacchino Rossini, fallecido el año anterior. Sin embargo, dicho proyecto no llegó a materializarse, por lo que la parte compuesta por Verdi quedó, en ese momento, relegada y a la espera de alguna nueva oportunidad, que se materializó al pasar a formar parte de la nueva obra, prácticamente acabada en el mes de abril de 1873.



Pero mientras Verdi se dedicaba por entero a la composición del Requiem, el Consejo de la ciudad de Milán, mantenía un criterio distinto a la palabra que el alcalde había dado al maestro, no mostrándose partidario de repetir otro homenaje a Manzoni coincidiendo con el primer aniversario de su muerte. En uno de los debates realizados a fin de tomar una última decisión, las palabras pronunciadas por Arrigo Boito, compositor, joven miembro del Consejo y futuro libretista de Verdi, defensor, hasta entonces, de la corriente operística wagneriana, fue determinante en la aprobación del proyecto.



El estreno se llevó a cabo en la Iglesia de San Marcos, el 22 de mayo de 1874, bajo la batuta del propio compositor. Verdi contó para tan irrepetible ocasión con una orquesta formada por cerca de cien profesores y un coro de ciento veinte miembros, siendo los solistas Teresa Stolz, soprano, María Waldman, mezzosoprano, Giuseppe Capón, tenor y Ormondo Maini, bajo.

La Iglesia estaba absolutamente abarrotada, llegando a sumar cerca de cinco mil personas y el éxito fue tan rotundo que Verdi, a petición de las autoridades de la ciudad, permitió tres interpretaciones más en el teatro de la Scala, con igual éxito. De esta forma, la Misa de Requiem se convirtió, desde el mismo momento de su estreno, en una obra regular en los programas de concierto. De la Scala saltó, tan sólo una semana después, a la Ópera Cómica de París, donde volvió a tener una acogida memorable y un reconocimiento internacional unánime, prolongado hasta nuestros días.

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